miércoles, 30 de diciembre de 2009

El cardenal





Monseñor Rouco Varela observa desde su asiento a los miles de persona que siguen la Misa de las Familias en la Plaza de Lima. Flemático, no puede evitar torcer un poco el gesto. Hay menos feligreses que el año pasado en la Plaza de Colón, y eso que, por su parte, ellos han puesto toda la carne en el asador: cuarenta obispos y quince cardenales acudieron desde toda Europa para arropar al Prelado Madrileño, que desde hace años es el líder indiscutible del catolicismo militante en España. Antonio María Rouco asume ese rol con estoicismo escolástico, y se ha preparado a conciencia para ser de nuevo el ariete dialéctico de una Iglesia amenazada por los cambios de una España que hace años memorizaba los catecismos. Conoce bien los límites que Roma le ha marcado. No debe atacar directamente al gobierno, sino mantener un discurso inflexible pero formalmente conciliador.

martes, 22 de diciembre de 2009

Nine below zero




El otoño, sin duda la estación que mejor le sienta a Madrid y su Retiro, ha dejado paso a un invierno que se presenta inclemente. La ciudad se despertó ayer cubierta por un manto de nieve que, sigilosamente, se había dejado caer por la noche, y el frío se recibía en forma de bofetada en la cara de los madrileños según estos ponían un pie en la calle. Después, comenzaba el estrafalario desfile de caminares absurdos, fruto de la urgencia del horario combinado con las calles cubiertas de hielo y nieve. Así, ya fueran perfectamente trajeados o cubiertos con cualquier trapo adicional que hubiera en casa, los viandantes caminaban con toda la planta y cara de miedo, cuando no resbalaban, echando a perder el pantalón limpio a primera hora.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Apuntes de sociología profana: las hordas navideñas.


Los habitantes de Japón han aprendido a vivir con tifones regularmente y, según me cuenta mi amigo Leo, recién llegado de su inmersión japonesa, en Tokio uno va a trabajar, aunque corra el riesgo de salir volando hacia la tierra de Oz. Supongo que al final, todas las poblaciones tienden a lograr un equilibrio razonable con su hábitat. Como la época de los tifones nipones, los madrileños sufren anualmente la temporada de las hordas navideñas que invaden masivamente el centro con la coartada de ver las iluminaciones y mirar escaparates.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Knocking on the Congress (Open) Doors



Winston Churchill decía que, en democracia, si alguien llama a tu puerta a las seis de la mañana, sólo debe ser el lechero. Versionando este precepto democrático, si hay una cola de varios kilómetros bajo la lluvia, sus integrantes deben estar esperando para visitar su parlamento. Madrid era ese lunes 7 de Diciembre una ciudad inhóspita, a medio gas por el puente y pasada por agua fría, lo que no impidió que una marabunta humana empezara a hacer cola desde las seis de la mañana por el mero placer de conocer las tripas del Congreso.

martes, 1 de diciembre de 2009

LA GUERRA DE TROYA SE JUEGA HOY CON LOS PIES



El fútbol es un reducto de épica en el corazón de una sociedad que, en honor a la razón, ha sacrificado a sus mitos o quizás los ha desgastado de tanto imprimirlos en camisetas. El tema central de los poemas homéricos, del Mio Cid, de la Chançon de Roldán o del Beowulf nórdico era la guerra, y cómo el héroe se sobreponía a ella y se elevaba sobre los demás a base de un honor modelado a espadazos. Los tiempos han cambiado y hoy la guerra está desprovista de cualquier romanticismo posible, por cruel que este fuera. No hay más que atender a cómo los medios narran los conflictos armados, como si estos pudieran explicarse o comprenderse por la mera yuxtaposición de cifras y acontecimientos. El Cantar de Mio Cid sería muy distinto si el juglar fuera empotrado en los batallones como hacen tantos periodistas en Irak o Afganistán.

martes, 24 de noviembre de 2009

El campo y la ciudad


                         fotografía: Luzycolor.org

No hace mucho tiempo, todavía era posible ver, en determinadas zonas de Madrid, alguna huerta, algún burro y alguna mujer lavando en la orilla del río, pero lo cierto es que, a día de hoy, el urbanismo de cemento y cristal ha desterrado cualquier sombra del tiempo rural. Por eso no deja de sorprender cuando, todos los años, los pastores toman el camino que les pertenece desde el siglo XIII y atraviesan la Castellana junto con sus ovejas en un tráfico menos ruidoso que el que suele acoger.
Escuchar el tintineo de los cencerros en lugar de los cláxones no deja de ser una sensación extraña pero agradable, una ruptura con una rutina impuesta que esconde al ciudadano de donde viene su comida antes de aparecer misteriosamente en su supermercado o ni eso, en el plato. Algún madrileño habrá, seguramente, que no haya visto un filete crudo en su vida, como para plantearse el pasar por el trance de ver el degüello de un cerdo en matanza.

martes, 17 de noviembre de 2009

Yo, al infierno, iré en taxi - 17 de Noviembre de 2009


Decíamos ayer que los madrileños tienen, debido al stréss, muy mal pronto y ataques de ira desmedidos, dando la sensación, a veces de que la política nacional se crispa porque se ejerce en la capital más crispada, la que vive en un exabrupto permanente. Si algo muestra bien este estado de ánimo colectivo, es contemplar cómo se conduce en Madrid, y simplemente escuchar los tacos castizos y groseros que se intercambian los conductores con motivos de preferencias, adelantamientos, reducción excesiva de la velocidad o simplemente despistes varios o los legendarios atascos de primera hora.

La gota que colma un vaso - 10 de Noviembre de 2009


Estereotipo número veintitrés sobre los madrileños: como gente de horarios marcados y fugaz ritmo de vida, los madrileños padecen de un estrés acumulado mayor del que pueden soportar, pudiendo desencadenar momentos de ira, cabreo, despotrique o violencia verbal pasajera. De nuevo, mis queridos amigos insulares, el estereotipo se ajusta a la realidad, y yo, que soy más madrileño que las Vistillas, y más chulo que un Ocho con jardinera, doy buena fe de ello.
Ayer, la ciudad celebraba una de sus fiestas grandes, la Almudena, llamada así porque fue encontrada balo la al-mudaina, o ciudadela, del entonces enclave andalusí Magerit. Sin ser una virgen de masas como la Pili, la Macarena o la Merce, y siempre como patrona de segundo orden, desbancada por San Isidro, que además era de aquí, los madrileños quieren a la Almudena, porque gracias a ella no curran en todo un día.

Descansa, José Luis


Madrid, ese New York imposible y modesto, reproduce a la perfección los pequeños estereotipos que la gran manzana nos ha grabado en nuestro celuloide mental. Aquí la gente también conduce a gritos, o se mata a tiros, o se lo juega todo en la bolsa, o bebe a la puerta de esta. El madrileño estereotípico, como el neoyorquino, es individualista e implacable, tiene prisa y lo hace público constantemente; no se deja engañar ni convencer en su lucha diaria contra sí mismo y contra la ciudad que lo engulle. No dejamos de tener un fondo de nostalgia en ese comportamiento, que al volver a nuestras casas clónicas se convierte, a veces, en tristeza.

Rajoy, el mercader de Génova - 29 de octubre de 2009


Allá donde se cruzan los caminos de la política nacional y madrileña, con solo tres giros e infinitud de semáforos, uno puede recorrer los tres focos de incendio que tiene el PP de Mariano, excluyendo el Gürtel y demás corruptelas, claro está. Uno está en la puerta del Sol, desde cuyo reloj Aguirre mira a la presidencia que de verdad sueña, la del Gobierno; otro en el Palacio de Correos, donde Gallardón invoca a los espíritus olímpicos para que Esperanza no logre su objetivo y Génova, donde el silencio se ha convertido en la única respuesta posible de Rajoy, que ante tanto conflicto interno se siente desnudo, hueco, acordándose por enésima vez de Aznar, ese padre prejubilado y de férreos abdominales playeros.

No salen las cuentas - 20 de octubre de 2009


El hecho de que sea una vez a la semana este “Amb un peu a Madrid, implica que el corresponsal debe hacer un resumen semanal de lo que ocurre en esta ciudad. Eso me lleva a contaros, todas las semanas, las principales polémicas, los asuntos más relevantes o lo más llamativo. Casi podríamos establecer una microsección en la que os hablo de grandes aglomeraciones de gente, con motivaciones tan diversas como la noche en blanco, el día de la bicileta, la gallardonada con pretensiones olímpicas. Esta semana, ha habido otra gran convocatoria y las calles de Madrid se llenaron de antiabortistas. Normalmente, os transimto los datos de asistencia oficiales y oficiosos, los que asigna la organización o la policía.
Pues bien, el sábado se manifestaron contra la reforma de la ley del aborto 2 millones de personas según el foro de la familia, 1,2 millones según la Comunidad de Madrid, y en torno al cuarto millón de personas según el Pais y la policía, que utilizan medios de cálculo según el espacio que ocupa la aglomeración.
La novedad en el siempre eterno baile de cifras que se manipulan más o menos para sumar o quitar importancia a una movilización es la estimación que empleó la agencia EFE, que ha contratado a la empresa Lynce para hacer las mediciones.
El veredicto de la mirada del Lynce está muy lejos de todas las demás aproximaciones: 55.000 personas secundaron la marcha del Foro de la Familia, unas 40 veces menos gente de lo que dijeron los organizadores. El método que utilizan para medir las marchas es sencillo: varias cámaras fijas y aeréas cuentan literalemente a los participantes, y elaborando un muestreo, obtienen el total. Los autores del recuento alegan que 55.000 personas son muchas y que están hartos de oír cifras infladas de asistencia. Curioso que la empresa se llame Lince, cuando la conferencia episcopal hizo del ibérico felino su símbolo contra el aborto.
El método da que pensar porque he asistido a grandes aglomeraciones en Madrid cuyos datos se han lanzado al aire tan alegremente como los supuestos dos millones de manifestantes de este fin de semana. Me vienen a la mente la multitudinaria concentración para pedirle clemencia a ETA con Miguel Ángel Blanco o la legendaria manifestación contra la guerra de Irak. En estos eventos, cuando daba la sensación que toda la ciudad estaba en la calle, las cifras hablaban de millones, pero quizás no fueran tantos, y eso no deja de quitarles valor, o de quitárselo a las manifestaciones venideras, que tienen por fin una nueva y rigurosa vara bajo la que ser medidas.
55.000 personas suponen la población de Segovia, alegan desde la empresa y se debe considerar un éxito una manifestación con tanta gente. Pero claro, en nuestra cabeza ya bailan las cifras, y ya no podremos dar marcha atrás a nuestra afición a los millones, a las grandes masas cuando están de acuerdo con nosotros y a los cuatro gatos cuando son los del otro.
A decir verdad, pero no científica, el Sábado había en Madrid una marabunta de familias religiosas y numerosas, mucho joven activista cristiano y la masa de descontentos con el gobierno de Zapatero, que empieza a juntarse en cuanto tiene ocasión. La manifestación contra la reforma de la ley del aborto se transformó en una protesta contra el aborto. No estoy de acuerdo con ellos, pero sé que no eran cuatro gatos. Tampoco eran dos millones, pero sí los suficientes como para pararse y escuchar. El aborto es un asunto público en el que la moral individual se manifiesta más. Para un católico, siempre será pecado y para alguien de izquierdas, siempre será un derecho irrenunciable. En política, se cuenten como se cuenten los manifestantes, el gobierno no puede legislar desoyendo la opinión pública. Pero es más fácil desoir a cuatro gatos, que a dos millones

Vida puta - 8 de septiembre de 2009



En Madrid existe la prostitución, y también está presente en las calles más céntricas de la capital, así como en Barcelona. También se dan esta clase de prácticas en las afueras, al abrigo de los sórdidos polígonos industriales, en las afueras, o en Méndez Álvaro, a diez minutos a pie desde Atocha. La oferta en el siempre pujante mercado del sexo también ofrece infinidad de pisos en todos los distritos donde puede acudir la clientela más vieja del mundo. Y no olvidamos que existen zonas de la Castellana, o Arturo Soria, donde la prostitución alcanza rango de gourmet, y donde precios por serivicio son mayores que el salario mínimo interprofesional

La batalla contra la prostitución que se vive ahora en Barcelona aparece en los grandes medios de comunicación, donde los tertulianos se rasgan las vestiduras afirmando el grave problema social que supone una felación en la vía pública, frente al mercado de la Boquería, donde compra el mismísimo Ferran Adriá. Y tienen razón cuando hablan de las condiciones esclavistas bajo las que muchas mujeres y hombres ejercen esta clase de servicios, pagando a menudo la cuenta pendiente con las mafias que los trajeron aquí.

Entrar a valorar moralmente la prostitución es razonablemente sencillo, pero carece de sentido a la hora de plantear soluciones. Mucho antes de la Cruzada antiputas que está llevando a cabo el Ajuntament de Barcelona se vivió otra en Madrid. Fue hace 5 años y el resultado fue poco esperanzador. Se llamó Plan Montera (en honor a la calle que une la puerta del Sol con Gran Vía, la más putera de Madrid) y consistió en una vigilancia policial constante de la prostitución en la zona centro. Se pedía la documentación a los clientes, se les imponían multas, se les grababa en cámara y se publicaban los datos de las intervenciones policiales. Eran medidas destinadas a disuadir a los clientes, amenazándoles con publicitar sus escarceos.

El plan no sólo no ha conseguido erradicar la prostitución de la céntrica calle, sino que la extendió a varias adyacentes, complicando aún más las tensiones vecinales. El plan de la Concejala Ana Botella incluía un minisueldo acompañado de trabajos deleznables para aquellas mujeres que quisieran dejar la calle. Fueron pocas, bien porque no pudieron o porque la medida no era sino un parche.

Y entretanto el sexo sigue ganando cuota de mercado en Madrid, y en Barcelona, y en cada pequeña localidad de ínsulas y península y, de repente, me sorprendo escuchando a Esperanza Aguirre, que ayer volvió a decir ella siempre ha creído que la prostitución debería estar regulada y que todo lo demás es ser hipócrita. Impresionado por estar de acuerdo, por una vez, con la Presidenta, pienso que cotizando, contribuyendo a la seguridad social, con mayores controles de sanidad y con espacios específicos para desarrollar sus actividades, la vida de los profesionales del sexo sería un poco menos puta.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Historia, memoria, Madrid y sus alcaldes - 29 de septiembre de 2009


El ayuntamiento de Madrid ha desestimado por unanimidad el recurso que la Fundación Francisco Franco había interpuesto con el fin de que se le devolvieran al dictador muerto los honores que le había otorgado la capital. Franco fue alcalde honorario, hijo adoptivo y orgulloso portador de las medallas de oro y de honor de Madrid. Es agradable saber que ninguno de los concejales del ayuntamiento tuvo la vergüenza de apoyar dicho recurso, sobre todo teniendo en cuenta que se hubiera incumplido el artículo 15 de la tan cacareada ley de la memoria histórica.

Franco, ex hijo adoptivo de Madrid, fue el gran lider que los rebeldes nacionales necesitaron en su cruzada contra la república. Frío, calculador, temible en sus campañas africanas, tan religioso como vengativo, como si su mano fuera la del ángel exterminador extendiendo su espada de fuego sobre los enemigos de Dios. Durante toda la dictadura, Madrid se convirtió en el centro único e indiscutible del régimen, en el gran baluarte del Franquismo en España. Fueron los años de la represión y el exhibicionismo obsceno del vencedor sobre el vencido, y esta ciudad pasó a ser, para el resto de los españoles, la atalaya desde la que el tirano miraba amenazante.

Ahora se habla de memoria histórica, de desenterrar la noble calavera de García Lorca y todos los demás asesinados de la Guerra, de quitar los honores a los que creyeron haberlos merecido matando, pero Madrid sigue sufriendo una neurosis por no afrontarse a sí misma. El fantasma de Franco sigue revoloteando por la ciudad, nostalgias aparte, como una parte fea y enmohecida de una ciudad que quiere ser cosmopolita pero no llega, y que ha hecho de la tolerancia indiferencia. Quedan los símbolos más o menos evidentes de 36 años de Franquismo, y quedan más allá de la famosa estatua ecuestre del pequeño general gallego junto a la Castellana, retirada en 2005.

Pero hay otro Madrid que se olvida: el Republicano, el que defendió con uñas y dientes la capital sin suministros, con un hambre atroz y los bombardeos constantes de la temida legión cóndor alemana, a veces con bombas y a veces con pan, una sutil mezcla de guerra brutal y psicológica. En la ciudad universitaria, cerca de donde sobreviven los últimos símbolos del franquismo (su arco de triunfo y su cuartel general del ejército del aire), se libraron las últimas batallas, cruentas por el control de la ciudad. Madrid, se dijo, sería la tumba del fascismo, y bajo el simple pero épico lema de no pasarán, el sueño republicano vivió un poco más. En Marzo del 39, la capital republicana cayó, y el 1 de Abril, comenzó la represión. Unas doscientas ejecuciones diarias de madrileños republicanos, todas firmadas del puño y letra de ese que luego sería nombrado hijo adoptivo.

Despojado de algunos de sus honores, el dictador aún goza del descanso en su mastodóntico mausoleo del Valle de Los Caídos, levantado con la sangre y el sudor de miles de presos políticos del Franquismo. Si Madrid olvida, si no recuerda qué fue antes y después de Franco, nos tendremos que acostumbrar a ver idioteces, como adolescentes levantando el brazo un 20 n o una fundación absurda pidiendo para el tirano su cargo de alcalde honorífico.

La noche en blanco - 22 de septiembre de 2009


Cerrad los ojos y visualizad. Ante vosotros desfilan 800.000 madrileños que eligieron pasar la noche en blanco, colapsando el centro de la capital el pasado Sábado. La ciudad se echó en masa a las calles y fue siguiendo con más o menos tino la compleja y extensa programación que el ayuntamiento había preparado. Los 940.000 euros que el consistorio se ha dejado en blanquear la noche está muy lejos del millón setecientos mil del año pasado, pero han cundido mucho.
Con menos acciones espectaculares y la imaginación volcada en actividades más asequibles, todo el centro se llenó de gente dispuesta a recibir a la cultura en estado de gracia, de blanco puro, como si fuera una ceremonia religiosa. Pero toda experiencia masiva se desnaturaliza un poco, desde Woodstock a la marcha del millón de hombres o el desfile del orgullo gay. Toda la ciudad vive su rito, pero cada cual lo vive a su manera, y le otorga un significado diferente.
Madrid es el gran centro cultural, junto con Barcelona, y aquí puede uno ver cine surcoreano de estreno, o ir a ver las fotos de Annie Lieobobitz, pero también arrasan las obras de José Luis Moreno y Shakira llena cualquier estadio, atlético o real. Todo este público tan heterogéneo se dejó seducir por el programa de esta noche en blanco, que tenía algunas propuestas interesantes. Buena música, tanto en calles como en locales, algo de danza y teatro nocturnos, propuestas interactivas, suelta masivas de globos: y los madrileños empinando los codos o usándolos como armas defensivas y único modo de abrirse un hueco en la marabunta.
La Gran Vía estaba teñida por los colores de unos enormes cicloramas centrales y tenía un aspecto un tanto hortera, pero hermoso. Pasé por allí sobre las cuatro de la mañana. Pese al agotamiento y el dolor de piernas, decidí volver caminando por ese Broadway castizo que quiere ser la Gran Vía. A esa hora, normalmente, es una pequeña babilonia, mezcla de vicio y encanto, de desorientación y romanticismo, pero el sábado no. La marea humana andaba en dirección contraria, cuesta abajo. Agotados, bromeando, o borrachos, o disfrazados, en todo caso todos disueltos ya, rendidos, buscando la blanca sábana. Y yo caminaba por esas calles, con sus edificios de principios de siglo, llenos de smbolos masones, pensando en lo ridícula y hermosa que resulta esta propuesta. Convertir la ciudad en un parque temático cultural puede parecer una banalización de las artes, pero las saca de sus guetos, donde huele a moho de crítico. Y viendo lo mejor y lo peor de Madrid desfilando juntos en lugar de los coches, compartiendo los bulevares que unen Cibeles con Neptuno y Atocha, pienso que la ciudad fue, por unas horas, de sus ciudadanos, que se dejaron mecer por la noche en Blanco y charlaron, rieron, bebieron y se fueron contentos a sus departamentos. Se acostaron, claro, sonrientes, y apagaron la luz. Y yo me quedé en vela pensando en que no estaría mal que hubiera 364 noches más en blanco.

Historias del Metro - 15 de septiembre de 2009


Hoy juzgan al soldado profesional que apuñaló en el corazón a Carlos Palomino. Fue en un vagón del metro de Madrid en la estación de Legazpi. Carlos iba con sus amigos a una manifestación antifascita, probablemente el soldado fuera a otra convocada por Democracia Nacional, un grupo de extrema derecha. La cámara de vigilancia del metro lo grabó todo. La masa de manifestantes va a entrar en el vagón y el soldado saca su navaja. Tenso, desafiante, deja que entren todos. Uno de los chicos le hace un comentario señalando su sudadera, y el le asesta una puñalada perfecta, rápida y mortal. Con la inercia del choque lo saca del vagón con un brazo. El chico moriría poco después, mientras el agresor, acorralado, toma el vagón- Fuera de él, todos los viajeros lo acorralan. Levanta el brazo, saludo fascista y resiste, como gato panzarriba. Ayer, ante el tribunal, dijo que actuó en defensa propia y que no es fascista. Resulta poco creíble. Parece un asesino terriblemente eficaz, un comando indivdual preparado para matar. Es el nuevo modus operando de los grupos violentos de extrema derecha. Desobediencia total, batalla frontal. Acción directa. En el video, el asesino no se esconde, no se humilla. Asume lo que ha hecho y se defiende feroz y orgullosamente. Es escalofriante. El problema de estos grupos violentos no cabe en esta columna, no se puede hablar de ellos superficialmente. Prefiero no seguir hablándoos de ello.
En el metro de la capital se viven dos millones y medio de historias únicas y a mí sólo me apetece contaros una de ellas. Una historia del metro de Madrid, el mismo que fue escenario de un crimen político.
En la parada de Sol, bajo el centro de la gran ciudad, bajo su oso y su madroño, un violinista anciano toca con solidez un variado repertorio clásico que lee en viejas partituras. Cuando llega al final, su entrañable mujer, se estira de su taburete para pasarle la página, y vuelve a su posición eterna, sonriendo, mirando orgullosa a su marido artista. Y el flujo incesante de Vivaldi o Pachebel continua mientras miles de personas se cruzan frente a ellos en descansillos y escaleras. No hablan. Él toca y ella le pasa las páginas. Una escena de amor, de complicidad, de dulzura en medio de esta locura. Probablemente ellos no hayan visto el video de la muerte Carlos Palomino, ni les importa, porque en las tripas del metro, ellos están juntos, y cuando acabe la partitura se irán juntos a casa. El metro abrirá mañana.

Aguirre sin Lope o la ira de Dios - 1 de septiembre de 2009


Madrid es más que el centro donde se negocia el funcionamiento de todo el estado, es una realidad política compleja en sí misma y con luchas de poder constantes. La región y su capital, sin ir más lejos, están gobernados por dos políticos que, pese a ser del mismo partido, son rivales acérrimos. La presidenta Esperanza Aguirre y el Alcalde Ruiz Gallardón interpretan un drama shackespeareano lleno de sutilezas en la que ninguno lanza un ataque final ni cede un palmo al protagonismo del otro. No sólo los populares están metidos en estas intrigas: Izquierda Unida se salvó de milagro de una escisión cuando apoyó al gobierno regional conservador en su golpe de mano para hacerse con el control de Caja Madrid y en el Partido Socialista Madrileño aún no han cicatrizado las heridas de años de derrotas electorales y esos tránsfugas que dieron indirectamente el poder en 2003 a Esperanza Aguirre, hoy inamovible del Palacio de la Puerta del Sol.
En medio de todas estas polémicas, apareció el espionaje, que se ha convertido en un tema central, más allá incluso de la política madrileña. Las últimas acusaciones de Dolores de Cospedal sobre las supuestas escuchas ilegales presuntamente orquestadas desde el gobierno central son graves y arriesgadas, pero no sorprenden en Madrid porque aquí se lleva meses oyendo hablar de espionaje.
Y es que diversos informes aparecidos durante el primer semestre de 2009 revelan que altos cargos de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento fueron seguidos y espiados por una unidad especial al servicio de la Consejería de Interior. En concreto, los más afectados por dichas prácticas de guerra fría fueron Alfredo Prada, antes mano derecha de Esperanza Aguirre y hoy marianista implicado en la dirección nacional del PP y Manuel Cobo, delfín del Alcalde Ruiz Gallardón y el único que intentó disputar el poder a Aguirre en el PP madrileño. Lo más grave de este caso, que no está siendo investigado por el PP y sí por la justicia era que estos seguimientos e informes estaban pagados con dinero público y llevados a cabo por ex.guardias civiles próximos a Francisco Granados, consejero de interior de la Comunidad de Madrid. Sólo el verano calmó los ánimos y sacó esta trama de espías a lo James Bond o Watergate de la agenda política.
Pero ha vuelto el curso con más acusaciones de espionaje. Esta vez es Ignacio González, vicepresidente del gobierno de Aguirre, el espiado. Según revela Interviú esta semana, una agencia de detectives ha cobrado 100.000 euros por hacer un seguimiento exhaustivo del número 2 La presidenta ha dejado entrever que detrás de toda esta operación está la mano no sólo invisible, sino inmensa e hiperactiva, de Alfredo Pérez Rubalcaba, Ministro de Interior. Y es que, pese a todo el chaparrón que le viene encima, Esperanza Aguirre no deja de ser la punta de lanza del ataque popular al gobierno socialista.