El hecho de que sea una vez a la semana este “Amb un peu a Madrid, implica que el corresponsal debe hacer un resumen semanal de lo que ocurre en esta ciudad. Eso me lleva a contaros, todas las semanas, las principales polémicas, los asuntos más relevantes o lo más llamativo. Casi podríamos establecer una microsección en la que os hablo de grandes aglomeraciones de gente, con motivaciones tan diversas como la noche en blanco, el día de la bicileta, la gallardonada con pretensiones olímpicas. Esta semana, ha habido otra gran convocatoria y las calles de Madrid se llenaron de antiabortistas. Normalmente, os transimto los datos de asistencia oficiales y oficiosos, los que asigna la organización o la policía.
Pues bien, el sábado se manifestaron contra la reforma de la ley del aborto 2 millones de personas según el foro de la familia, 1,2 millones según la Comunidad de Madrid, y en torno al cuarto millón de personas según el Pais y la policía, que utilizan medios de cálculo según el espacio que ocupa la aglomeración.
La novedad en el siempre eterno baile de cifras que se manipulan más o menos para sumar o quitar importancia a una movilización es la estimación que empleó la agencia EFE, que ha contratado a la empresa Lynce para hacer las mediciones.
El veredicto de la mirada del Lynce está muy lejos de todas las demás aproximaciones: 55.000 personas secundaron la marcha del Foro de la Familia, unas 40 veces menos gente de lo que dijeron los organizadores. El método que utilizan para medir las marchas es sencillo: varias cámaras fijas y aeréas cuentan literalemente a los participantes, y elaborando un muestreo, obtienen el total. Los autores del recuento alegan que 55.000 personas son muchas y que están hartos de oír cifras infladas de asistencia. Curioso que la empresa se llame Lince, cuando la conferencia episcopal hizo del ibérico felino su símbolo contra el aborto.
El método da que pensar porque he asistido a grandes aglomeraciones en Madrid cuyos datos se han lanzado al aire tan alegremente como los supuestos dos millones de manifestantes de este fin de semana. Me vienen a la mente la multitudinaria concentración para pedirle clemencia a ETA con Miguel Ángel Blanco o la legendaria manifestación contra la guerra de Irak. En estos eventos, cuando daba la sensación que toda la ciudad estaba en la calle, las cifras hablaban de millones, pero quizás no fueran tantos, y eso no deja de quitarles valor, o de quitárselo a las manifestaciones venideras, que tienen por fin una nueva y rigurosa vara bajo la que ser medidas.
55.000 personas suponen la población de Segovia, alegan desde la empresa y se debe considerar un éxito una manifestación con tanta gente. Pero claro, en nuestra cabeza ya bailan las cifras, y ya no podremos dar marcha atrás a nuestra afición a los millones, a las grandes masas cuando están de acuerdo con nosotros y a los cuatro gatos cuando son los del otro.
A decir verdad, pero no científica, el Sábado había en Madrid una marabunta de familias religiosas y numerosas, mucho joven activista cristiano y la masa de descontentos con el gobierno de Zapatero, que empieza a juntarse en cuanto tiene ocasión. La manifestación contra la reforma de la ley del aborto se transformó en una protesta contra el aborto. No estoy de acuerdo con ellos, pero sé que no eran cuatro gatos. Tampoco eran dos millones, pero sí los suficientes como para pararse y escuchar. El aborto es un asunto público en el que la moral individual se manifiesta más. Para un católico, siempre será pecado y para alguien de izquierdas, siempre será un derecho irrenunciable. En política, se cuenten como se cuenten los manifestantes, el gobierno no puede legislar desoyendo la opinión pública. Pero es más fácil desoir a cuatro gatos, que a dos millones