jueves, 2 de junio de 2011

Sobre ágoras y democracias

Decía Ortega que había dos grandes escuelas básicas en la filosofía occidental: la grecolatina y la germano-sajona, y que los postulados de una y otra tenían mucho que ver con el modo de sociedades en las que se desarrollaban. Así, la filosofía grecolatina parte del “Conócete a ti mismo” de Sócrates. Tiene sentido en la Grecia clásica, donde el Ágora es el epicentro de todo, el debate es constante y las estructuras sociales están basadas en lo colectivo. Es, por tanto, tarea del filósofo, investigar hacia dentro: el viaje hacia el conocimiento se inicia fuera, en un mundo social que es imposible no dar por hecho. Por el contrario, Ortega habla de la escuela del norte de Europa y del planteamiento cartesiano “Pienso, luego existo”. En este caso el primer movimiento filosófico es el de descubrir el mundo a partir del individuo. Se puede dudar de todo, menos de la duda en sí, y al existir una duda, existe alguien que la formula. Sólo después podrá tratarse la problemática social, que está fuera y, por tanto, corresponde a aquello de lo que se dudaba en un principio.