Es obvio, y no precisa de una aguda capacidad de análisis, que el mundo no funciona como debería, que dista mucho de ser justo y que parece regido por normas y organizaciones (gubernamentales o no) fraudulentas. Es también bastante evidente, o al menos así me lo parece a mí, que dicho estado global tiende más a mantenerse que a variar, a conservar su status quo. Claro que cambia, igual que gira, pero no hay nada en su evolución que deje ver aquella idea manida llamada progreso. El mundo fue y será una porquería, como decía el tango, y a uno le entran ganas de apoyarse en la barra y disfrutar de un cambalache amargo, que le devuelva con ese sabor a injusticia una breve vía de escape, una grieta en el telar de Aracne.
viernes, 25 de febrero de 2011
jueves, 10 de febrero de 2011
Parados, no quietos
Según la RAE, ese entrañable y a veces absurdo organismo que limpia, fija y da esplendor, la palabra parado tiene varias acepciones. En primer lugar, y de manera obvia, estar parado significa estar quieto (como participio del verbo parar) y, adjetivado, significa tímido, flojo o remiso en palabras, acciones o movimientos. Como segundo significado posible, tendríamos el de desocupado, sin ejercicio o empleo. En el español de América, que por cierto es el más hablado, estar parado significa estar de pie y, pararse, levantarse. Esta acepción lleva a usos más coloquiales del término en determinadas zonas. Así, en Chile o Perú, parado significa también orgulloso, engreído, mientras en Nicaragua significa rebelde, porque no se dobla, ni se sienta, ni cede, el rebelde ha de vivir y morir en pie. Muy especialmente en Cuba, pero es común a toda Hispanoamérica, si un pene está parado está en erección, listo para estar de todo menos quieto.
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