jueves, 31 de marzo de 2011

Homo amantis

En realidad, de ningún tema sé lo suficiente como para enunciarlo por escrito. No soy viejo, ni sabio, ni especialmente dotado para explorar en los recursos estilísticos. A veces junto tres palabras o dos frases con gracia. Poco más. Y sin embargo escribo. Es un acto que ya he explicado, y que tiene que ver más con la necesidad de comunicar (o de tratar a la desesperada de hacerlo) las cosas que me pasan, que me trasmutan, que me conmueven o que, simplemente, me preocupan. Volviendo la vista atras, nunca os he hablado de lo más importante de todo, o lo que debería serlo: el amor.

jueves, 24 de marzo de 2011

Paraguas



Odio los paraguas. Sencillamente, los detesto. No os vayáis a creer que me opongo sistemáticamente a su uso por mi parte o por la de cualquier otro. Simplemente me molestan, entre otras cosas, porque hacen que uno de los fenómenos naturales más democráticos que existen, la lluvia, caiga sólo para unos pocos. También es porque me encanta mojarme, sentir la gota que resbala por mi pelo y me cae a la mejilla, y que después sigue bajando, calando el abrigo de arriba a abajo, penetrando poco a poco en la ropa. Un amigo me contó que una vez corrió desnudo bajo la lluvia para recordar a un amigo, y que nunca se sintió tan libre como en aquel momento. Ciertamente, no era más que un animal más corriendo con su piel bajo la lluvia. Sólo un animal más, sin la convención social que obliga a la humanidad a vestirse, ni la humana lógica de guarecerse de los elementos.

jueves, 10 de marzo de 2011

Taca, taca, taca, taca.


Abre los ojos. Despierta. Apaga la alarma del móvil. En realidad, es el otro botón. Así sólo consigues diez minutos más de ilusión, de falsa protección bajo tu edredón caliente. Arriba, tienes trabajo que hacer. Mírate al espejo. Menos mal que no tienes que salir así. Ráscate, orina. Quémate y congélate en lo que encuentras el punto de la ducha. Tropieza al salir y maldice por primera vez a los dioses. Sécate, arréglate, ponte ropa mal planchada. Desayuna ausente mientras dejas que un locutor te marque el ritmo del primer pensamiento. Si te quedara pan de la noche anterior, no tendrías que zampar bollería industrial. Lávate los dientes. Siente y disfruta de ese antinatural aliento fresco, sólo tú llegarás a olerlo. Beberás, se te secará la lengua, comerás un chicle o fumarás, pero sólo en ese momento, recién enjuagado, puedes disfrutar de ese invierno nuclear dentro de tu boca.