martes, 31 de agosto de 2010

Summer's almost gone


Acabadas las vacaciones y de regreso ya a la estricta normalidad de la rutina, a cualquiera le sorprende la sensación de que la ciudad ha seguido en marcha todo ese tiempo en que por la mente del turista desfilaba la idea de abandonarlo todo y montar un chiringuito de playa. La basura se ha recogido, los periódicos han llegado a los quioskos, la linea circular no ha parado de dar vueltas y la oficina, con todos esos asuntos pendientes que se dejaron al salir (y que parecían de una urgencia vital), sigue en marcha, esperando pacientemente a que se haga cuanto debe hacerse. Los niños de los vecinos siguen gritando en el patio, con la fuerza inusitada que el sol del verano les da y los mayores siguen sentándose en los bancos del barrio a ver caer la tarde. 

martes, 24 de agosto de 2010

De capitales y capitolinas.





En una semana recorrí dos ciudades con el ahínco del turista y del anfitrión. Una era la mía, este Madrid que me mata y me revive y la otra, la eterna Roma. Eso significa que mis dos recorridos, además de marcar con saña mis sufridos pies, incluyeron una retahíla impresionante de maravillas artísticas. Por enumerar rápido y sin abusar, en esta intensa semana mis ojos se posaron sobre el Gernika, Las Meninas, el Palacio de Oriente, el Templo de Debod, la Piedad, el Coliseo, la Fontana de Trevi o el impresionante tríptico de San Mateo de Caravaggio.



martes, 3 de agosto de 2010

El Atasco



Nota del autor: Todos los personajes que figuran en este relato han sido creados expresamente para esta ficción veraniega y no tienen un equivalente concreto en el mundo real.

Son las tres de la tarde del Sábado 31 de julio y el kilómetro 27 de la A3 se ha convertido en un auténtico infierno. El sol aprieta con fuerza el secarral que corta la carretera, llena de vehículos parados. Javier Ojeda, ingeniero informático de treinta años, se desespera sobre su volante sospechando que no estará a la hora adecuada a la cita que tiene en Valencia. Dos coches más atrás, Lourdes Fernández, abogado y madre divorciada de tres hijos trata de entretener a estos últimos con cualquier juego absurdo y empieza a poner a prueba su paciencia maternal. Los niños saltando en el asiento trasero del monovolumen de Lourdes llaman la atención de Miguel Pérez, transportista que debería haber acabado hace dos horas su reparto, y que se encuentra tan atrapado como los demás, los que sí se van de vacaciones. Todos democráticamente atrapados en el mismo absurdo de un atasco a la salida de una gran ciudad.