miércoles, 20 de febrero de 2013

Truth don't die


Intro para la Persiana del 19 de enero de 2012 en Ágora Sol Radio. Oír aquí.

Mi amiga María, periodista, fue despedida el pasado viernes. En el último mes, un periódico ha desaparecido y otro se ha declarado en suspensión de pagos. Los compañeros de las televisiones tiemblan ante el nuevo panorama de fusiones y despidos que se presenta en el horizonte. Durante el año 2010, uno de cada tres periodistas de este país perdió su trabajo. Cualquiera dirá que hay que buscar las razones en la crisis económica y la reducción de la inversión publicitaria, y probablemente tenga razón, pero lo que le está ocurriendo al periodismo en este país acabará llevando a una sociedad menos informada y, por tanto, menos libre.

Los periodistas de este mundo de agencia y copia pega tenemos que aceptar, desde hace años, rutinas profesionales que implican, necesariamente, una reducción de la calidad de nuestro trabajo. Por poner un ejemplo sencillo, imaginen que un arquitecto trabajara en el diseño de muchos edificios a la vez. Las probabilidades de error en cada uno de ellos serían, lógicamente, mayores. ¿Qué sucede con los compañeros que redactan 6, 7, 10 noticias al día? Con toda seguridad, no podrán ampliar mucha información en cada una de esas historias. Cuando se habla de manipulación informativa o desinformación, a menudo se olvida que los periodistas trabajamos muchas horas por poco dinero, y que eso conlleva que se informe peor, a menudo en contra de lo que querría el propio profesional.
También es cierto que cada año salen de las universidades españolas tantos periodistas como se necesitan en toda Europa. Muchas cosas se han hecho mal y a la ligera en el mercado de los medios de comunicación: trapicheo de licencias, nacionales y locales, subcontratación de programas, abuso de la información de agencias, falta de contraste en las informaciones. Un largo etcétera.  El problema es que los periodistas somos, casi todos, vocacionales, y a menudo el sistema se aprovecha de los comportamientos que se mueven por la pasión. Al final, todos acabamos haciendo más por menos, y casi damos gracias por tener lo poco que tenemos.
Llevo dos años y medio siendo corresponsal de Radio Illa en Madrid. Ni el periodista ni la audiencia eran muy grandes, pero he tratado de acercar lo que ocurría aquí en la capital a los oídos de los isleños. He intentado que mis ojos vieran Madrid por ellos. He hablado de muchas cosas, algunas de ellas ajenas a tiempos y agendas, otras ligadas íntimamente a ese monstruo llamado actualidad. Esta mañana es la última vez que lo he hecho. La emisora, en una delicadísima situación económica, no podía pagar el precio (simbólico, os lo aseguro) de mis colaboraciones.
Periodistas que cobran durante años becas de cuatrocientos euros, para ganar un puesto como autónomos de mil euros. Periodistas a los que se ofrece trabajar por dos euros cincuenta el artículo. Periodistas en paro. Muchos. Periodistas que os sirven hamburguesas, os venden ordenadores o llevan el twitter de tal o cual marca comercial. Periodistas que no pueden hacer lo que de verdad aman hacer. Muchísimos. Casi todos. Los que viven de ello y los que no. Nuestra profesión está perdiendo peligrosamente su esencia, que es la de buscar la verdad.
Un diario que cierra. Otro periodista en la calle. Un canal más de la tdt que se va al garete. Otra consultoría de medios que reduce personal. Son sólo pasos hacia una sociedad más dócil, con menos capacidad de decisión (pues es sobre la información sobre lo que tomamos nuestras decisiones, por ejemplo, las políticas.
Seguimos en la brecha, en los márgenes que nos deje en nuestras agitadas vidas la supervivencia. Hablamos. Aullamos. Escribimos. Pensamos. Contamos. Este es un proyecto autogestionado, y todos los que aquí trabajamos lo hacemos movidos sólo por la necesidad de contar lo que, en nuestra opinión, muchos otros no están contando.
La verdad, por mucho que se intente, no puede morir. O al menos, no con nosotros quietos.


Femi Kuti -Truth Don't Die

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